¿Quién controla, quién maneja discreto
la hebra invisible que a ti me une,
el hilo irrompible de ardor impune
que a tu cuerpo ata mi cuerpo sujeto?
Quien escribiera ese etéreo soneto
fijó en sus versos : "que nada importune
las almas infantes que el amor reúne...
¡Ángeles mudos guarden el secreto!"
Si es fuerza divina, el misterio acepto:
de necios parece enfentarse a Dios,
y humilde comulgo el amarse a dos.
Si el hilo es humano, es otro concepto,
que asumen mi cuerpo y mi alma contenta:
¡elegimos juntos sin darnos cuenta!
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