dimanche 10 janvier 2016

Carta a Mencía desde la mañana

Cesó por fin la lluvia. Por las aceras
charcos vagabundos flotan rutilantes
sobre el suelo gris.

Mil espejos limpios y frescos reflejan 
un único cielo de nubes cambiantes
de color de anís.

El aire huele a pausa, la luz despeja,
las fachadas lloran lágrimas brillantes
de maravedís,
y las pocas hojas que agarradas cuelgan
han cogido peso y se mecen con arte
de gran bailarín

Nueva y ya pulcra, la ciudad se despierta
y algún mirlo valiente silba su canto
con humor ligero

¡Quién fuera pajarito de voz perfecta
para ofrecerte al alba ese mismo encanto
de amor mañanero!



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