lundi 7 mars 2016

Éxodo

Y así hora tras hora, día tras día tras día, paso a paso hasta reventar, pero no reventando, porque el horizonte a cada paso se alejaba de su punto de partida, caminaba haciendo huellas, huellas y camino andando, caminaba y avanzaba.

No cabizbajo sino humilde, bastón en mano y verso en boca, pie ligero y con pie firme. La barba blanca es lo de menos, la edad no cuenta, cuenta el alma y su alma seguía siendo verde como la rama del romero, blanca como escarcha virgen, verde como savia de un olivo joven. En la mirada una imagen, resto de una fotografía, y en el corazón un nombre.

Año y año y año y siempre adelante, sin ver el tiempo que cruza los huesos, sin sentir los huesos cruzando el tiempo, con los ojos y los sentidos todos puestos en un afán,
tierra prometida o tierra perdida, tierna promesa de un retorno ardiente. En los labios un canto, ritmo y melodía arcaica, compás complejo binario. Verso y rima y arte. Tragedia heredada.
Desde la Jerusalén ruinosa hasta los confines de una diáspora abstracta.
Suena lloroso un violín, una pandereta suena, un clarinete llama. Y un arcángel sobre las canas danza.

Soy como ese viejo judío errante que lleva su medalla al cuello. Mi Edén queda casi olvidado, mi Paraíso espera bajo una cruz cristiana y un baluarte musulmán.

Atrás muy atrás como colgado del tiempo, repica igual el recuerdo de un jardin escondido que una campanita en forma de delfín griego. Repica el souvenir y pica el llanto de siglos inundados en el rastro cósmico y real, en el cálculo de años luz que separan dos hitos de carne y sangre, el primero parturiente de inicios de un invierno, y este último inverso y freudiano, en que un ser completo pretende volver entero al interior de un seno esta vez elegido.

Medio siglo en tierra, el hombre lo celebra. Siete ciclos, siete, de siete revoluciones, ha vivido el cuerpo dócil que un nuevo ciclo empieza (hice anoche un cálculo: he recorrido entre esos dos hitos más de 150 mil millones de kilómetros en el espacio. Los que más me han dolido fueron los dos mil que me separaron de mi pueblo) empieza un ciclo nuevo. Quiero bajarme de esta tierra y seguir a una velocidad de humano.

Soy como ese viejo judío errante que cada país expulsa, y avanza sin rumbo en tierra porque sabe que su reino está en manos de algo más grande y más opaco y más inútil y más bello quizás, que las renuncias y los odios y los podios y las ganancias mezquinas.

No soy yo parte del mundo, soy el mundo y no aparte. Comparto una llama viva que quiere brillar entera y busca el cirio y la cera, busca el kyrie y el santo, la oración bruta y el canto. Busca la mano amiga y el vientre que quiera acogerla y que la multiplique en sonrisas y carnes nuevas. Llama que llaman diosa o amor o ADN o fuerza. Yo la llamo por tu nombre en secreto como un tetragrama en perpetuo movimiento.






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