En un rincón oscuro de terciopelo negro
(cortinas que forman esquina del escenario)
sentada al borde de una silla ausente
jalea una Fernanda de recuerdo alado.
Y la mirada azul de un genio lebrijano
sonríe complaciente a las letras nuevas
(que los Pinini saben que las hojas verdes
son verdes porque son las raíces negras).
Como es negro el dolor que florece en « ayes »
por verde que sea la rama de la bamba,
negra la pena que rebusca una mano,
verde la invención cada noche renovada
Risa de flor de niña y cuerpo de historia
llanto sordo y sombrío del amor hermano…
Vida y vida y los fantasmas se desmayan
cuando Inés Bacán invoca roncos milagros.
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