samedi 11 avril 2020

Cuando yo era rey

Recuerdo cuando yo era rey.
Rey del mundo.
Era fácil la vida.
Y como la vida era fácil, yo,
como rey del mundo que era,
arreglaba cosillas del mundo
para que fuera la vida
fácil para todo el mundo.
Nada era imposible.
Todo era cuestión de tiempo.

Recuerdo que había
tres tipos de asuntos
que como rey del mundo
podía despachar.
También cuestión de tiempo

Estaban en primer lugar
los asuntos del presente inmediato.
Generalmente los arreglaba
yo mismo directamente.
Como rey del mundo que yo era
firmaba o hablaba ipso facto
y problema solucionado.

Estaban luego los asuntos
pendientes de la respuesta
de los que me rodeaban.
(Curiosamente, no tuve súbditos,
siempre me consideré como
un rey al servicio de todos.
Mucho más tarde me explicarían
que un rey está en el vértice superior de una pirámide...
Esos eran otros reyes.)
En los asuntos pendientes
de las respuestas de los demás
hacía falta más tiempo
porque había que escuchar
hablar y parlamentar
intentar convencer y comprender.
Aprendí que un buen rey debe
saber abandonar batallas
que no le conciernen
y asumir el riesgo de que el mundo
se tambalee en busca de un rumbo propio.
(En realidad, también como rey
estaba en el vértice de una pirámide
pero una pirámide inversa
con el vértice apoyado en el suelo
y la base amplia mirando al cielo.
Como rey mi misión era mantener
toda la pirámide en equilibrio.)
El mundo seguía su viaje.
Yo lo autorizaba.

El tercer tipo de asuntos fue
sin duda el que más me alejó
del presente y de lo contingente.
Ahí entendí que un rey
(rey del mundo para más inri)
tenía un poder inmenso.
(Me gusta esa palabra inmensa. Quiere decir que no se ha medido.
Y si no se ha medido es porque
no hay herramienta
para medir ciertas cosas.)
Así era mi poder : no se podía medir.
Porque el tiempo es de goma y seda
y tarda un beso en secarse 
lo que una estrella en brillar
o un alma en elevarse
Porque el espacio es deseo y ensueño
y hay de mi casa a tu casa
lo que de Roma a Beijing
o de galaxia a galaxia.

Hice un barquito de papel
lo puse en un riachuelo 
y lo miré ¡ Pobre de él !

¡ Cómo lo maltrataban
la corriente, las chinitas
y las piedras y las ramas !

Pero flotaba y bajó 
hasta el puente de madera
su meta de campeón 

Y pensé que al fin y al cabo
sea cual sea el camino
se llega al fin deseado

Basta con flotar y aceptar
que un viaje no es directo...

Como rey del mundo que era
recuerdo que fui feliz.
Hoy entiendo por qué :
desde ahí abajo sosteniendo
al mundo en su equilibrio
no veía los horrores
que ocurrían allá arriba.

Un día cavé en el suelo
un agujero así grande
con la azada de mi abuelo.
Y allí mismo planté al mundo.
Y me fui con mi corona
a otra parte.





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