Suave como el algodón de las nubes
que el niño acaricia con sus sueños de ave rosa
cuando se escapa del peso y del almohada
Ligera como el aire de otoño
cuando se desliza por la piel sedosa de las cañas
que le hacen al río un abanico de flautas
Dulce igual que la nata que el padre añade
al postre ya dulce de la niña en su fiesta
Y eterna como es eterno el eterno silbar
de las estrellas cuando se mudan de galaxia
Así sería mi espera, amada inmensa,
inmersa en la espuma que un dios fenicio
te fabrica en lo jondo del mar.
Porque así es tu voz carnavalera,
gaditana inalcanzable de alma lejana,
cuando al cielo lanzas tu garganta abierta.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire